martes, 3 de noviembre de 2009

Construir mi casa


Últimamente pasan muchas cosas a mi alrededor: profesores, coches, edificios (¡Qué fachadas!)...

Sin embargo, hoy quiero centrarme en algo muy distinto a mi día a día. El trabajo.

Son muchísimas las veces que los profesores y padres (por orden de pesadez), nos dicen que nosotros somos el futuro, que tenemos que trabajar para sacar adelante el país, que el día de mañana te echarán del tranajo por no estar bien sentado en una silla..., pero nunca nos hablan de los ratos de ocio, las fiestas, las vacaciones o de la correcta postura en una silla para evitar la rescisión del contrato el día de mañana.

Para mí, el estudio solo sirve para construir tu propia vida el día de mañana, como si fuera una casa.

Una vivienda tiene que ser construida desde los cimientos y no desde el tejado. Por eso es necesario estudiar.
Como en la construcción, hay que encontrar los materiales más económicos (sino que se lo digan a Gil) pero que cumplan las medidas de seguridad estipuladas. En el estudio pasa lo mismo, hay que conseguir invertir el mínimo tiempo posible en el estudio y obtener unos resultados que sean semejantes a las media (nos conformaremos con un 8). Si queremos obtener más calidad en los cimientos, tendremos que pagar un precio más alto por los materiales.

Una vez hechos los cimientos, tendremos que ir construyendo poco a poco nuestra futura casa. Esto será lo más complicado de nuestra obra, pues la construcción de una mansión es trabajosa, y no tardaremos en encontrar las dificultades. Nuestro cuerpo y nuestra mente dirán basta y creeremos que es mejor irnos a vivir a un apartamento de 20 metros cuadrados, ya construido y de alquiler.
Para mí esto es el gran error que la gente comete. El conformismo es solo para los débiles. Si queremos vivir, a largo plazo, cómodamente, deberemos construir, mientras podamos, nuestra vida a base de sueños, ilusiones, trabajo y más trabajo.

Todo ha terminado al fin. Nuestra mansión de 5 plantas con piscina, jardín y biblioteca por fin está edificada. Miles de metros cuadrados solo nuestros. Es entonces cuando nos alegramos de no habernos quedado en ese pequeño apartamento con vistas a un muro graffiteado.

En el garaje nos espera un Masseratti y una Yamaha de 1200 cc. Junto a ella, un balón de baloncesto, el más sencillo donde los haya.

Hemos llegado a los 60 años en nuestra vida, hacemos un repaso a nuestra costosa pero fructífera construcción.

Terminamos de estudiar, a los 26, y entramos en el mundo laboral , sin perder el empleo que mi compañero de al lado perdió por estar mal sentado en la silla mientras pasaba el jefe. De qué nos reíamos cuando no sabíamos nada de nada...
Nuestro constante y humilde trabajo nos es recompensado con un ascenso: con 35 años, tu hijo y tu vida perfecta, decides mudarte del apartamento e ir a una casa con vistas a la alegría-
Llegó tu momento, por fin eres el jefe, y solo te faltan 15 años para prejubilarte, tu mansión apartada del mundo empieza a coger forma: tu vida se estabiliza y la monotonía te hace entrar en un profundo letargo que te durará muuchos años.
Sentado en la mesa con 40 personas al lado. Unas te felicitan, otras, te pelotean; las últimas, no se hacen notar. Nombras a tu sucesor a cargo de tu trabajo pasado: el que es como tu has sido 20 años atrás, el que está construyendo su gran mansión y no ha terminado el sótano.

Llegó el momento de disfrutar, de sentir al trabajo soplándote la nuca. Pero ya es tarde, cuando tu vida es completa, cuando lo has vivido todo, cuando tu mente está en el mejor estado de forma posible, cuando sabes como sentarte bien en una silla, la naturaleza te aparta de su camino.

Tu sucesor acaba de terminar su gran mansión, y el siguiente, no ha acabado el sótano.

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